Twenty One Pilots y la épica de sentirse entendido. Crónica de su concierto en Barcelona (2025)

De Indie Cool

Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 22 abril, 2025
Sala — Palau Sant Jordi, Barcelona
Fotografía — Christian Bertrand

La primera nota no sonó desde el escenario. Sonó desde dentro, desde el pecho, como si alguien hubiese pulsado un botón que activa recuerdos, miedos y euforia al mismo tiempo. En un Palau Sant Jordi repleto de señales rojas y amarillas, con fans que parecían haber salido de un universo paralelo, comenzó algo más que un concierto.

Tyler Joseph aparece entre las gradas, no como estrella, sino como alguien que huye. O quizás que regresa. La escena es cinematográfica, pero no necesita explicación: basta con mirar a los cientos de personas que lo señalan, gritan, y ya lo siguen con la mirada como si supieran que esa historia también es suya.

Porque eso es lo que hacen Twenty One Pilots. No dan conciertos. Proponen un juego, un ritual, una especie de teatro colectivo donde cada fan no solo mira, sino que forma parte activa. El lore está ahí: Dema, Clancy, los obispos, la cinta amarilla como símbolo de resistencia. Pero no hace falta sabérselo de memoria para entender lo que pasa. Todo vibra igual: el fuego real, los saltos imposibles, los silencios cargados. El caos perfectamente medido.

“Overcompensate” es el primer latido. Luego llegan “Holding On To You” y “Vignette”, y ya no hay vuelta atrás. Cada canción es una escena, cada transición un corte de montaje que encaja. Hay momentos de vértigo, como “Car Radio”, que se transforma en un grito colectivo, y otros de pausa, como “The Judge”, donde las voces del público se mezclan con los visuales pregrabados en una sincronía casi emocional.

Y sí, son solo dos en el escenario. Pero entre la energía volcánica de Josh Dun golpeando la batería como si fuera el último show del mundo, y la presencia escénica de Tyler, que canta, grita, rapea o simplemente se queda en silencio mirando a su público, el espacio se llena como si fueran diez. O cien.

Hay algo profundamente humano en todo esto. En los gestos pequeños: tocar una demo como “Doubt”, invitar a un fan al escenario, bajar a tocar rodeado de un círculo de gente que lo observa sin atreverse a respirar. En los grandes también: los bidones metálicos, el confeti rojo que lo cubre todo en “Trees”, el Palau dividido en dos, para que nadie se quede sin su momento íntimo.

Y mientras suena “Stressed Out” en la recta final, se siente esa mezcla de nostalgia y catarsis, como si todos estuviéramos soltando algo que nos pesaba. No importa si lo haces con cinta amarilla en el brazo o simplemente con los ojos cerrados. Durante dos horas, todos fuimos parte de algo más grande.

En un mundo que a veces parece diseñado para desconectarnos, Twenty One Pilots construyen puentes. Nos recuerdan que hay una historia común en cada cicatriz, en cada inseguridad, en cada grito compartido. Y por eso, aunque Clancy cierre un ciclo, lo importante no es el final, sino que seguimos aquí. Resistiendo. Cantando. Viviendo.

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