El año pasado, uno de los álbumes más influyentes de la historia del rock cumplía veinte años: OK Computer de Radiohead. La banda celebró la fecha lanzando una edición conmemorativa del disco, la que llamaron OKNOTOK, con arte y pistas que no aparecieron en el debut original. Así, los seguidores tuvimos el raro placer de escuchar nuevas canciones, con la particularidad de haber sido grabadas 20 años atrás.
Mucho se ha escrito sobre la importancia de este disco. Sin embargo, y aunque haré unos comentarios sobre el famoso álbum, en este artículo quisiera dar particular atención al lanzamiento que hiciera la banda el año anterior, A Moon Shaped Pool, álbum que en comparación con otros de la banda, pareciera haber recibido menos atención y que significa su reaparición en la escena musical después de cinco años de ausencia.
En una serie de entrevistas, hechas a miembros de la banda por la BBC Radio a propósito del OKNOTOK, hay algo que todos destacan como algo determinante en el sonido final de OK Computer, y es el hecho de haber podido ensamblar su propio estudio de grabación. Esto les permitió prescindir de un cronograma fijo, verse limitados por la reserva de horas en otros estudios y el gasto que todo ello implicaba. Si bien es cierto que el disco en su totalidad no fue grabado en una sola locación, el hecho de tener un “cuartel general” dónde poder dar rienda suelta a la creatividad y la experimentación será determinante en la calidad de las producciones musicales de la banda a partir de ese momento.
Si hay algo que aparta el OK Computer de los lanzamientos anteriores de la banda, desde el punto de vista de la producción y mezcla, es la proliferación abrumadora de texturas y arreglos sonoros en el conjunto del disco, algo que en Pablo Honey y en The Bends ya se insinúa como una intención y un potencial, pero que no alcanza el despliegue de su tercer lanzamiento. Es casi como si este álbum fuese un lienzo y la banda no hubiera querido dejar un solo espacio vacío. Este “horror vacui” bien puede interpretarse como la expresión estética de los ejes temáticos del disco, pero ¿no pudiera también verse como un entusiasmo consecuencia de por fin tener tantos recursos técnicos a libre disposición de la banda? ¿La emoción de contar con un estudio propio bien equipado, sin limitaciones de tiempo, presupuesto y, más importante, sin limitaciones creativas?
Teniendo esto en mente, consideremos ahora A Moon Shaped Pool. En otra entrevista de la BBC Radio, Jonny Greenwood comenta una a una las pistas de este álbum. Entre sus comentarios, es de destacar uno en donde afirma que para esta producción la banda quería volver un poco a los instrumentos y las estrategias clásicas en términos de producción. Haciendo un poco de memoria, en su disco anterior The King of Limbs, la banda trabajó de manera un poco fragmentaria. Esta producción estuvo caracterizada en su mayoría por pistas ensambladas a partir de loops y sampleos realizados con software programado por el propio Greenwood. En más de una ocasión el mismo Thom Yorke ha declarado que por esa misma razón fue todo un reto montar ese disco en vivo, pues implicaba ensayar los temas como una banda, cosa que no había sucedido como tal en el proceso de producción. Es de imaginar que tal tipo de sesiones no ocurrían propiamente desde aquellas que dieron luz al In Ranbows (2007).
Así pues, el comentario de “volver a los orígenes” cobra mayor sentido: se trata de volver al estudio y al viejo método de tomar el instrumento, prender los amplificadores y tocar.
Claro que esto es simplificar un poco el asunto, pues una de las cosas que resalta apenas empieza A Moon Shaped Pool son los arreglos de cuerdas, que estarán presentes —junto a los arreglos corales— en casi todas las piezas del disco. No solo esto, la exploración sonora que ha caracterizado a la banda desde su ya mítico lanzamiento de 1997, no se hace extrañar para nada en esta entrega. Basta con solo escuchar el segundo sencillo, Daydreaming, para corroborarlo. Quisiera argumentar que A Moon Shaped Pool repite y supera, de cierta forma, al OK Computer, cosa que de antemano reconozco como poco sensato.
He dicho repite y con ello quiero decir que hay elementos comunes. El más evidente es la instrumentación fundamental de ambos discos: guitarras, bajo, baterías y, en ciertas ocasiones, piano y teclados. En el caso del disco más reciente, como ya mencioné, está el agregado de arreglos corales y de orquesta. Sin embargo, hay ciertos arreglos en OK Computer que ya apuntaban hacia estas formas expresivas, siendo los más notables aquellos que se encuentran en temas como Exit Music y The Tourist, donde los teclados tienen un evidente tinte coral. Desde luego, lo que he dicho hasta ahora casi se puede decir de todos los discos de Radiohead. Después de todo se trata de una banda de rock.
Tratemos de ser más específicos entonces. Pensemos en la producción y mezcla final de ambos discos. Ambos poseen un sonido limpio, como si quisieran capturar el sonido de los instrumentos de la manera más pura, sin muchos filtros. Incluso cuando las texturas de los sonidos se manipulan y modulan, siempre se hace buscando la mayor nitidez posible, como si se tratara de matices de colores, de juegos de sombra y luz, pero donde ninguno prevalece sobre otro, o en todo caso, donde prevalecería el blanco. Kid A, Amnesiac y Hail to the Thief no tienen esta limpieza. Sin duda de manera intencional. Siguiendo las analogías con los colores, podríamos decir que tanto en Kid A como en Hail to the Thief prevalecen los colores fríos y oscuros, mientras que en Amnesiac prevalecen los cálidos.
Desde In Rainbows [InR] me parece que la banda retoma la mezcla limpia. Y sin embargo, tanto este como The King of Limbs [TKOL] se alejan mucho del OK Computer [OKC], o si se quiere, no se asemejan tanto a él como A Moon Shaped Pool [AMSP]. La accesibilidad de InR recuerda más a los primeros trabajos de la banda, mientras que TKOL hace un énfasis en lo rítmico y la influencia electrónica que más bien recuerda a Kid A, si bien es cierto que desde este álbum el género electrónico ha permanecido como un referente constante.
Así pues, habría que ir todavía más allá para encontrar lo que emparenta OKC con AMSP. He mencionado elementos instrumentales y de producción. Ahora habría que hablar del plano conceptual.
No es rara la comparación de OKC con el clásico de Pink Floyd, The Dark Side of the Moon. En parte, como con toda gran obra de arte, por la forma como cada uno de estos trabajos condensan un momento histórico: la forma en que los miedos, trabajos y esperanzas de la humanidad se manifiestan con cierta especificidad. Se podría decir que The Dark Side of the Moon expresa una subjetividad nueva que responde al auge de las grandes ciudades en una naciente sociedad de hiper consumo, donde el ritmo de vida comienza su vertiginosa aceleración, resultando en un individuo que empieza a aislarse de sí mismo y de los otros. De cierta forma, OKC retoma este proyecto insertándolo en el contexto mucho más crítico de la sociedad de finales de milenio, donde las ansiedades de la vida contemporánea deben lidiar irremediablemente con la presencia ambigua de la tecnología (recuérdese el verso I may be paranoid but not an android).
Mi argumento es que este mismo movimiento de condensación está presente de manera insospechada en AMSP. Digo insospechada porque, como ya se ha observado, varias de sus pistas aluden al fracaso amoroso, lo cual en principio no pareciera hablar de un momento histórico en particular. Pero a su vez, encontramos piezas como Burn the Witch, cuyas alusiones políticas y sociales resuenan de manera irrefutable en un mundo cuyas sociedades parecen cada vez más polarizadas. Pero encontramos todavía canciones que se mueven por terrenos acaso anteriormente inexplorados por la banda, como es el caso de Deck’s Dark y Tinker Tailor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief, donde las letras hablan de situaciones ambiguas que parecieran transitar entre el delirio y la ciencia ficción. Sin duda, esta diversidad de temáticas hace difícil encontrar un hilo conductor. ¿Deja por esto de hacerse eco de un momento histórico, del mundo en el que vivimos actualmente?
La crisis de refugiados y los bombardeos en Yemen ocurren en el mismo planeta donde proliferan las aplicaciones de citas (algoritmos que efectúan el identikit de nuestra media naranja) y los influencers. Sobre la misma tierra caminan Kim Kardashian y Malala Yousafzai. Es un mundo paradójico donde realidades contrastantes, y en apariencia excluyentes, coexisten. Muchos llaman a esto locura, algo de lunáticos. Pero una locura disfrazada, como siempre. Vestida de lujos, de lifestyles, de viajes, yates, piscinas. A moon shaped pool.
Más arriba mencioné que me parecía que este disco superaba en ciertos aspectos a aquél de 1997. Quizá no lo haga líricamente, pero sí en cuanto a composición y arreglos. Esto fácilmente podría responder al simple hecho de que los músicos son mucho más experimentados. Sin embargo me gustaría comentar unas cosas sobre este par de puntos, para cerrar.
Desde el punto de vista de la composición, los temas de OKC permanecen todavía dentro de la órbita del rock británico de los 90, con las ya sabidas referencias a bandas clásicas como The Beatles y Pink Floyd. Con esta observación no pretendo hacer un juicio de valor. Son temas grandiosos capaces de poner estadios enteros a cantar en conjunto. Lo que trato de decir es que se mueven todavía dentro de un espacio muy familiar, si bien comienzan las primeras exploraciones en lo desconocido.
Por otro lado, en cuanto a los arreglos, ambos comparten la misma aproximación. No en vano se pueden encontrar ambos discos bajo la etiqueta de Art-Rock. Sin embargo, en OKC la carga de arreglos, texturas y modulaciones corre el riesgo de abrumar al escucha, de agotar el oído y perder su atención, lo cual es una pena considerando el trabajo que debió suponer cada uno de estos arreglos.
En el caso de AMSP, la composición es prodigiosa en cuanto a estrategias. Desde la estructura clásica de estrofa y coro de Burn the Witch, hasta el krautrock (a la vez repetitivo y experimental) de Ful Stop. Entre esos dos polos, juega con las estructuras y con la expectativa del escucha, cosa que la banda apenas comienza a entender en OKC y que ahora manejan con maestría.
Precisamente, maestría sería un buen adjetivo para caracterizar los arreglos en AMSP. Si en OKC la idea de espacio se lograba por multiplicación de sonidos y texturas, en AMSP se logra con la mínima cantidad necesaria, lo cual significa que también es importante el silencio, es decir, el espacio sonoro que cada instrumento y cada arreglo deja para otro.
Dicho todo esto, en última instancia, lo bonito de la música y de las bandas que más nos gustan, es que despiertan cosas específicas y diferentes en cada uno de sus escuchas. Y es esto mismo lo que mantiene viva la música, además de avivar largas y entretenidas conversaciones.